Enfermedades causadas por la exposición al mercurio, acoso, violaciones, intentos de asesinato y desapariciones forzadas son algunas de las violencias sufridas por personas cooptadas por la minería ilegal en la Amazonía, según un estudio elaborado por la Red Eclesial Panamazónica (Repam-Brasil) y el Instituto Conviva, dos organizaciones sin fines de lucro.
La investigación, desarrollada entre 2022 y 2024 por un equipo de sociólogos, comunicadores y antropólogos, entrevistó a 389 personas en las ciudades de Manaos, Altamira, Porto Velho y Boa Vista, donde se concentra más de la mitad de la población amazónica. Los entrevistados eran mineros o familiares de personas involucradas en actividades mineras ilegales.
El estudio reveló que las enfermedades más comunes entre los mineros en 2024 fueron gota (24 %), malaria (19 %), tuberculosis (14 %), bronquitis (13 %), neumonía (11 %) y reumatismo (10 %). La esperanza de vida promedio en estos grupos era de apenas 55 años, frente a la media nacional de 76,4 años en 2023, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Las principales causas de muerte fueron ataques de animales (61 %), ahogamientos (20 %) y sepultamientos (19 %).
Los investigadores señalaron que, aunque toda forma de minería tiene efectos nocivos en la región, la minería ilegal es especialmente destructiva, al estar asociada con redes del crimen organizado dedicadas al tráfico de drogas, armas y personas. Lejos de ser una elección, la minería artesanal es considerada por los especialistas como una consecuencia de la falta de opciones ante el desempleo urbano y rural.
El estudio denuncia además la falta total de asistencia sanitaria en los campamentos mineros y los impactos físicos y psicológicos sufridos por los trabajadores. Uno de los relatos es el de Adriano (nombre ficticio), de 66 años, que comenzó en la minería a los 14 tras dejar Mato Grosso. A lo largo de décadas recorrió la Amazonía realizando trabajos ilegales. “En la minería aprendemos a no esperar nada de la vida. Si amanece vivo, ya es una ganancia”, resume.
Otro testimonio impactante es el de Valéria, de 32 años, quien trabajó como buceadora en la Tierra Indígena Yanomami. Sufrió acoso, violencia sexual e intentos de asesinato por parte de compañeros que buscaban evitar compartir las ganancias del oro encontrado. “Me cortaron la manguera tres veces mientras estaba atada debajo del agua”, relata. Tras sobrevivir al último intento, escapó nadando río abajo durante tres kilómetros.
El informe también destaca la explotación de mujeres y niñas, muchas de ellas víctimas de trata con fines de trabajo forzado y violencia sexual. Márcia Oliveira, doctora en Sociedad y Cultura en la Amazonía y asesora de Repam-Brasil y Cáritas Brasileira, explica que las víctimas permanecen años en condiciones infrahumanas, sometidas a amenazas, deudas impuestas y humillaciones constantes, hasta el punto de naturalizar la violencia sufrida.
Otra historia marcada por la pérdida es la de Rosa, de 54 años, quien desde hace 18 años busca a su hijo desaparecido en una mina. “Ni siquiera se puede denunciar, porque la policía no entra. Es tierra de nadie”, dice. “Me arrebataron el derecho sagrado que tiene toda madre: el de enterrar a su hijo”.
Crédito arquivo Nacional EBC
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